Por fruto se conoce el árbol y por sus palabras y obras la naturaleza de los adeptos.
Las palabras de caridad y misericordia, puestas por Vopiscus en boca de Apolonio (o de su sideral fantasma) indican a los ocultistas quién fue el sabio de Tyana. Entonces, ¿por qué llamarle, diecisiete siglos después, “instrumento de Satanás”? Motivo muy poderoso ha de justificar la violenta animosidad de la Iglesia contra uno de los más esclarecidos hombres de su época. Nos expone a nuestro juicio este motivo el autor de la Clave de los Misterios hebreo-egipcios en el Origen de las Medidas, así como también el profesor Seyffarth, quien analiza y explica las fechas más notables de la vida de Jesús, y con ello complementa y corrobora las deducciones del primero. Citaremos conjuntamente a los dos autores:
Según los meses solares (de uno de los calendarios hebreos en que el mes constaba de treinta días), todos los sucesos memorables del Antiguo Testamento, como por ejemplo la fundación y dedicación de templos [y la consagración del tabernáculo], ocurrieron en las épocas de los equinoccios y de los solsticios.
También ocurrieron en estas épocas los sucesos más importantes del Nuevo Testamento, como la Anunciación, el Nacimiento y Resurrección de Cristo y el nacimiento del Bautista. De esto se infiere que todas las épocas notables del Nuevo testamento estaban singularmente santificadas mucho tiempo antes por el Antiguo Testamento, empezando por el séptimo día de la creación del mundo, que fue el del equinoccio de primavera. Durante la crucifixión de Jesús, acaecida el 14 de Nisán, vio el areopagita Dionisio, en Etiopía, un eclipse de Sol, y exclamó: “Ahora el Señor (Jehovah) está padeciendo”.
Cristo resucitó el domingo 17 Nisán (22 de Marzo), el día del equinoccio de primavera, que es cuando el sol da nueva vida a la tierra. Las palabras del Bautista: “Él crecerá y yo menguaré”, prueban, en opinión de los Padres de la Iglesia, que Juan nació el día más largo del año, o solsticio de verano, y Cristo, que tenía seis meses menos de edad, el día más corto, o solsticio de invierno.
Esto muestra que, bajo diferentes aspectos, fueron Juan y Jesús compendios o resúmenes de la historia del Sol; y, en consecuencia, la declaración en el Evangelio de San Lucas IX, 7, no era una cosa vacía de sentido, sino que era cierto que “por algunos se decía, que (en Jesús), Juan se levantó de entre los muertos”. (Esta consideración explica el por qué se mantuvo tan celosamente prohibida la traducción y lectura de la Vida de Apolonio de Tyana, por Filostrato.
Quienes han estudiado el original, se encuentran en la forzosa alternativa de creer que la Vida de Apolonio está tomada del Nuevo Testamento, o que el Nuevo Testamento está tomado de la Vida de Apolonio a causa de la manifiesta semejanza de los relatos. La explicación es fácil, si se tiene en cuenta que los nombres de Jesús (en hebreo ...) y de Apolonio, o (Apolo) significan igualmente el Sol en el cielo; y así la historia de uno con sus viajes a través de los signos del Zodíaco, y las personificaciones de sus padecimientos, triunfos y milagros, resulta la historia del otro siempre que se emplea un método común de describirlos. También parece que, durante mucho tiempo después, se siguió sabiendo que estos relatos tenían fundamento astronómico; pues al decretar Constantino el establecimiento oficial del cristianismo, ordenó que el venerable día del Sol se dedicar a a la adoración de Jesucristo. El profeta Daniel (verdadero profeta, como dice Graetz) (que estaba iniciado en los secretos de la astronomía oculta), vaticinó la ocultación del Mesías valiéndose de números astronómicos, y predijo también el eclipse de Sol que había de ocurrir en aquella futura época, lo cual basta para demostrar sus conocimientos astronómicos.
...Además, la destrucción del templo acaeció en el mes de Virgo del año 71 y este número corresponde a la paloma o 71 x 5 = 355, que con el pez forma el número de Jehová.
¿Es posible que los acontecimientos humanos se sucedan coordinadamente con estas formas numéricas?
Si así fuese, tendremos que mientras en Jesús, como personificación astronómica, se cumplieron las profecías y aun tal vez de lo profetizado, como hombre hubiera podido realizar plenamente en el mar de la vida el tipo predestinado. La personalidad de Jesús no ha quedado destruida, porque en una de sus condiciones responde a formas y relaciones astronómicas. Los árabes dicen: Vuestro destino está escrito en las estrellas.
Por la misma razón, tampoco ha quedado “destruida” la “personalidad” de Apolonio. El caso de Jesús ofrece las mismas posibilidades que el de todos los adeptos y avâtaras como Buddha, Shankarâchârya y Krishna, quienes en sus respectivos países y para sus respectivos partidarios, gozan de la misma adoración que los cristianos tributan a Jesús de Nazareth en esta parte del mundo.
Pero algo más hay en la vieja literatura de los primeros siglos. Jámblico escribió una biografía de Pitágoras “tan semejante a la vida de Jesús, que pudiera tomarse por remedo. Análogamente relatan Diógenes Laercio y Plutarco, la vida de Platón”.
¿Qué de extraño tienen, pues, las dudas de cuantos estudian todas estas vidas?
La misma Iglesia conoció en sus primeros tiempos tales dudas; y aunque sólo de un papa se sabe que fue pública y abiertamente pagano, ¡cuántos serían demasiado ambiciosos para confesar la verdad!
Este “misterio” (pues verdaderamente lo es para quienes, por no estar iniciados, desconocen la clave de la perfecta semejanza entre las vidas de Pitágoras, Buddha, Apolonio, etc.), resulta natural para quienes saben que todos aquellos grandes hombres eran iniciados de la misma Escuela. Para ellos no hay “disfraz” ni “plagio” en las diversas biografías, porque todas son “originales” y tienden a representar un solo y mismo objeto: la vida mística y al par pública de los iniciados, enviados al mundo para salvar a parte de la humanidad si no les era dable salvarla a toda. De aquí que todos tuvieran el mismo programa.
El “inmaculado origen” que a todos ellos se atribuye, se refiere a su “místico nacimiento” durante el misterio de la iniciación; y las multitudes, extraviadas por el mejor informado, pero ambicioso clero, lo tomaron en sentido literal. Así es que la madre de cada uno de ellos fue declarada virgen, y siendo virgen concibió a su hijo por obra del Espíritu Santo, por lo que los hijos fueron llamados “Hijos de Dios”, aunque en verdad ninguno de ellos tenía mejor derecho a este título que sus demás hermanos iniciados; pues todos ellos fueron, en lo concerniente a su vida mística, trasuntos de la historia del Sol, el cual trasunto es otro misterio en el Misterio. Nada tienen que ver con estos héroes las biografías de sus personalidades externas; ya enteramente independientes de la vida privada, son tan sólo los místicos anales de su vida pública en paralelismo con su íntimo aspecto de neófitos e iniciados. De aquí la manifiesta semejanza de relato en sus respectivas biografías.
Desde el principio de la humanidad, la Cruz, o el Hombre, con los brazos extendidos horizontalmente como símbolo de su cósmico origen, fue relacionado con su naturaleza psíquica y con las luchas que conducen a la iniciación. Pero si se demuestra que: 1º todo adepto tenía y tiene que pasar primero por las siete y las doce pruebas de la iniciación, simbolizadas en los doce trabajos de Hércules; 2º se considera como día de su verdadero nacimiento, aquel en que nace al mundo espiritual, y por eso se les llama a los iniciados “dos veces nacidos”, iniciados o dwijas, computándoseles la edad desde el día de aquel segundo nacimiento, o sea cuando verdaderamente nacen de Dios y de una Madre inmaculada; y 3º las pruebas de todos estos personajes corresponden al significado esotérico de los ritos de iniciación, los cuales se relacionan a su vez con los doce signos del Zodíaco, y por lo tanto, con los signos del Sol en el cielo; entonces, decimos, podrá verse el significado de los trabajos o pruebas de aquellos héroes, pues en cada caso individual personifican los “padecimientos, triunfos y milagros” de un adepto, antes y después de su iniciación. Cuando se divulgue extensamente todo esto, comprenderá el mundo las causas de la recíproca semejanza biográfica entre los adeptos y el misterio de aquellas existencias.
Citemos, por ejemplo, las legendarias vidas (porque exotéricamente todas son leyendas) de Krishna, Hércules, Pitágoras, Buddha, Jesús, Apolonio y Chaitanya. En el aspecto profano, las biografías de estos pesonajes, escritas por autores extraños al círculo de iniciados, diferirán notablemente de los ocultos relatos de sus místicas vidas. Sin embargo, por mucho que se hayan disfrazado y escondido de las miradas profanas, aparecen idénticas las circunstancias capitales. Cada uno de aquellos caracteres es representado como un Soltêr o Salvador de origen divino, título que daban los antiguos a los dioses, héroes e insignes reyes. A todos ellos, bien al tiempo de su nacimiento o poco después, les persigue y amenaza de muerte (aunque nunca logra matarles), una potestad enemiga (el mundo de la materia y de la ilusión), ya se llame el rey Kânsa, Herodes o Mâra, representantes del poder del mal. Todos son tentados, perseguidos, y finalmente, se dice que, al término de los ritos de iniciación, han sido muertos en su personalidad física, de la que surgen y se libran para siempre después de su espiritual “resurrección” o “nacimiento”.
Y acabada así su carrera por esta supuesta violenta muerte, todos ellos descienden a los infiernos, al reino de la tentación, del deseo y de la materia, y por consiguiente de las tinieblas, del que vuelven glorificados como “dioses”, habiendo dominado la “condición de Chrestos”.
Así es que la semejanza biográfica no ha de buscarse en los actos corrientes de la cotidiana vida de los adeptos, sino en su estado interno y en los puntos capitales de su carrera como instructores religiosos. Todo esto se funda en bases astronómicas, que al mismo tiempo sirven para representar los grados y pruebas de iniciación; siendo la más importante el descenso a los reinos de las tinieblas y de la materia por última vez, de donde surgen como “Soles de Justicia”. Así, pues, esta prueba se halla en la historia de todos los Salvadores, desde Orfeo y Hércules hasta Krishna y Cristo. Dice Eurípides:
Heracles que salió del seno de la Tierra
Dejando la baja estancia de Plutón.
Y Virgilio escribe:
Ante Ti tembló la laguna Estigia.
Ante Ti se amedrentó el Cancerbero... Contigo no se atrevió a luchar Tifón... Salve, ¡oh verdadero hijo de Jove!, gloria de los dioses .
Orfeo busca en el reino de Plutón a Eurídice, su perdida alma. Krishna, símbolo del séptimo Principio, baja a los infiernos y rescata a sus seis hermanos; transparente alegoría de la “perfecta iniciación” en que los seis Principios se resumen en el séptimo. Jesús desciende también a los infiernos para sacar el alma de Adán, símbolo de la humanidad física.
¿Han tratado alguna vez los sabios orientalistas de buscar el origen de esta alegoría; la “semilla” de ese “árbol de la vida” del que tales florecientes ramas brotaron desde que por su mano lo plantaron en la tierra sus “Constructores”? Tememos que no. Según se muestra aún en las mismas interpretaciones exotéricas y falseadas de los Vedas, en el Rig Veda, el más antiguo y fiel de los cuatro, se le llama a esta raíz y semilla de los futuros Salvadores, el Vishvakarman, el principio “Padre”, “más allá de la comprensión de los mortales”. En el segundo aspecto es Sûrya, el “Hijo” que se ofrece en sacrificio a sí mismo. En el tercero, es el Iniciado que sacrifica su ser físico al espiritual.
La clave de la iniciación en los grandes misterios de la Naturaleza, resonaba en el Vishvakarman, el omnieficiente, que (místicamente) se convierte en Vikkartana, el “Sol privado de sus rayos”, y sufre por su demasiado ardiente naturaleza, para después alcanzar gloria (por la purificación). He aquí el secreto de la maravillosa “semejanza” entre las biografías místicas de los adeptos.
Todo esto es alegórico y místico, y sin embargo, perfectamente comprensible y llano para los estudiantes de ocultismo oriental, aunque no estén muy al corriente de los misterios de la Iniciación. En nuestro objetivo universo de materia y falsas apariencias, el Sol es el más elocuente emblema de la benéfica y providente Divinidad.
En el subjetivo e ilimitado mundo del espíritu y de la realidad, el brillante astro tiene otro significado místico que no podemos divulgar. Los llamados “idólatras” parsis e indos están ciertamente más cerca de la verdad en su religiosa reverencia al Sol, que los que creen las frías, cavilosas y siempre equivocadas gentes de nuestros países. A los teósofos, que son los únicos capaces de comprender el significado, se les puede decir que el Sol es la manifestación externa del Séptimo Principio de nuestro sistema planetario, mientras que su cuarto Principio es la Luna, saturada de los pasionales impulsos y malos deseos de su grosero cuerpo material, la Tierra, y cuyo brillo le presta el Sol. Todo el cielo del Adeptado y de la Iniciación, con todos sus misterios, está subordinado al Sol, la Luna y los siete planetas.
La clarividencia espiritual deriva del Sol; todos los estados psíquicos, las enfermedades y la locura misma, proceden de la Luna.
Con arreglo a los datos de la Historia (cuyas conclusiones son notablemente erróneas mientras las premisas son en gran parte exactas), hay sorprendente correlación entre las “leyendas” de los fundadores religiosos, sus ritos y dogmas, y los nombres y movimiento aparente de las constelaciones presididas por el Sol. Sin embargo, de esto no se ha de inferir que los fundadores sean mitos, y supercherías las religiones; sino variedades del mismo natural y prístino misterio, que sirvió de base a la Religión de la Sabiduría, y al desarrollo de sus adeptos.
Y ahora nuevamente hemos de suplicar a quien leyere, que no dé oídos a la inculpación hecha contra los teósofos en general, y particularmente contra la autora de odiar a la Iglesia y menospreciar a Jesús de Nazareth, uno de los más grandes y nobles caracteres en la historia del adeptado. La verdad de los hechos no puede considerarse con justicia, como blasfemia ni odio. Toda la cuestión gira sobre este punto: ¿Fue Jesús el único “Hijo de Dios” y el único “Salvador” del género humano? ¿Fue una excepción, entre tantos otros casos análogos? ¿Sólo Él nació milagrosamente del seno de una Virgen, y todos los demás fueron, como sostiene la Iglesia, remedos y plagios blasfemos anticipados por Satanás? ¿O bien fue el “hijo de sus obras”, un hombre eminentemente santo, un reformador, uno entre varios, que con su vida pagó el intento de dar en rostro a déspotas e ignorantes, para iluminar a la humanidad de modo que por la práctica de sus enseñanzas aligerase su yugo?
Para creer lo primero se necesita una ciega fe a prueba de decepciones. Para creer lo segundo bastan la razón y la lógica. Además, ¿ha creído siempre la Iglesia lo que ahora cree, o, mejor dicho, lo que pretende creer para justificar los anatemas lanzados contra los que de ella disienten; o bien tuvo un tiempo las mismas ansias de la duda, mejor dicho, de secreta negación e incredulidad, hasta que por ambición de poderío se inclinó a la afirmativa? No cabe vacilación al afirmar el segundo término del dilema; pues a él conducen las irrefutables conclusiones de los hechos históricos. Prescindiendo por ahora de las biografías de muchos papas y santos que presuntuosamente se arrogaron infalibilidad y santidad, fijémonos en el crecimiento y progreso de la Iglesia cristiana (no del cristianismo), y hallaremos la respuesta en las páginas de la Historia Eclesiástica. Dice un autor:
La Iglesia se ha percatado perfectamente de que el libre pensamiento nace del libre examen y que aquél engendra cuantas dudas provocan hoy sus anatemas.
Así es que las “sagradas verdades” proclamadas por la Iglesia, han sido alternativamente ampliadas, restringidas, admitidas, rechazadas, alteradas y variadas por los primates eclesiásticos, sin perdonar siquiera los dogmas más fundamentales.
¿Dónde está el héroe o el dios, cuya genealogía y existencia sean tan confusas y tan difíciles de establecer y de aceptar como la de Jesús? ¿Cómo se definió el ahora irrevocable dogma relativo a su verdadera naturaleza? Según los evangelistas, era hombre por parte de madre, un simple mortal; y Dios por parte de Padre. ¿Pero cómo? ¿Es Dios, es hombre, o dios y hombre a la vez?, pregunta la perpleja autora. La discusión de este punto le ha costado a la humanidad ríos de tinta y mares de sangre; y no obstante todavía subsiste la duda. En esto, como en todo, se han contradicho varias veces los concilios, según demuestra la siguiente recapitulación. Esto es Historia.
El obispo Pablo de Samosata, negó la divinidad de Cristo en el primer concilio de Antioquía, cuando aún estaba en mantillas el cristianismo teológico. Le llamaba “Hijo de Dios” solamente en atención a la santidad de su vida y obras, pero diciendo que su sangre era corruptible en el sacramento de la Eucaristía.
En el concilio de Nicea, celebrado el año 325, expuso Arrio sus doctrinas que estuvieron a punto de quebrantar la unidad católica. Diecisiete obispos se adhirieron a la doctrina de Arrio, quien fue desterrado por sostenerlas. No obstante, treinta años después (355), en el concilio de Milán, firmaron trescientos obispos un mensaje de adhesión a las ideas de Arrio, a pesar que, en el segundo concilio de Antioquía (345), habían sostenido los Eusebianos que Jesucristo era Hijo de Dios y consubstancial con el Padre.
En el concilio de Esmirna (357), el “Hijo” ya no era consubstancial, triunfando con ello los anomeanos y arrianos, que negaban esa consubstancialidad. Un años después, el segundo concilio de Ancira decretó que el Hijo “no era consubstancial, sino tan sólo semejante en sustancia al Padre”.
El Papa Liberio sancionó esta decisión.
Durante algunos siglos debatieron y controvirtieron los concilios las más opuestas opiniones, hasta dar por fruto de su labor el dogma de la Trinidad que, como Minerva de la frente de Júpiter, surgió del cerebro teológico, armada con todos los truenos la Iglesia. El nuevo misterio fue anunciado al mundo entre terribles contiendas, salpicadas de sangre. El concilio de Zaragoza (380) proclamó que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son una misma persona y que la naturaleza humana de Cristo es pura “ilusión” (5). “Una vez en tan resbaladizo terreno, los Padres de la Iglesia tenían que caer en el absurdo”; porque ¿cómo negar naturaleza humana al nacido de mujer? La única voz juiciosa que se dejó oír en uno de los concilios de Constantinopla fue la de Eutiques, quien tuvo el valor de decir: “Dios me libre de discurrir sobre la naturaleza de mi dios”. Por ello le excomulgó el Papa Flavio.
En el concilio de Éfeso (449) pudo desquitarse Eutiques, pues, como Eusebio, el veraz obispo de Cesarea, le incitase a admitir dos naturalezas distintas en Cristo, declaróse el concilio contra Eusebio proponiéndose que Eusebio fuese quemado vivo. Los obispos se levantaron como un solo hombre, y con los puños cerrados y llenos de cólera, pidieron que Eusebio fuese partido en dos, como él quería dividir la naturaleza de Jesús. Eutiques quedó reintegrado en su cargo episcopal, y Eusebio y Flavio depuestos de sus sillas. Los dos partidos se combatieron desde entonces con violencia grande, llegando al extremo de que San Flavio murió de resultas de los malos tratos infligidos a su persona por el obispo Diodoro, quien le acometió y le dio de puntapiés.
Viéronse en estos concilios las mayores incongruencias, que dieron por fruto las palmarias paradojas que se llaman dogmas de la Iglesia. Por ejemplo: en el primer concilio de Ancira (314) se discutió el siguiente punto: “Al bautizar a una mujer embarazada ¿queda también bautizado el feto?”
El concilio respondió negativamente, diciendo que el bautizado ha de consentir en el bautismo, lo cual no puede hacer el feto. De esto se infiere que la inconsciencia es impedimento del bautismo, y por lo tanto ninguna criatura queda virtualmente bautizada en nuestros días. ¿Qué será, entonces, de los cientos de millares de niños bautizados por los misioneros durante las épocas de hambre, o por cualquier otro motivo subrepticiamente “salvados” por los demasiado celosos Padres? Estudiando uno tras otro los debates y decisiones de los concilios, se echa de ver el cúmulo de contradicciones en que se apoya la actual infalibilidad de la Iglesia Apostólica Romana.
Ahora podemos convencernos de cuán paradójica es, en su sentido literal, la siguiente afirmación del Génesis: “Dios creó al hombre a su imagen y semejanza”. Además del hecho evidente de que la divina imagen no fue la del Adán de barro (del capítulo II), sino el divino Andrógino (o Adam Kadmon, del capítulo primero), observaremos que Dios (por lo menos el Dios de los cristianos) fue el creado por el hombre a su propia imagen, entre los golpes y las muertes de las cruentas luchas de los primeros concilios.
En la citada obra Origen de las Medidas, verdadera “revelación matemática”, hay un pasaje que arroja torrentes de luz sobre la afirmación de que Jesús fue un inicado y un adepto mártir. Dice así:
Leemos en el versículo 46 del capítulo XXVII del Evangelio de San Mateo: “Eli, Eli, Lama Sabachthani, es decir: “¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?” Esta versión está tomada del manuscrito original griego (pues no existe ninguno hebreo, siendo la razón para que esto ocurra que los enigmas en hebreo se descubrirían al compararlos con las fuentes de su derivación, el Antiguo Testamento). Todos los manuscritos griegos dicen así:
..... ..... .....
Que son palabras hebreas con caracteres griegos que en hebreo son de este modo:
..... ... ... ...
Y según la Biblia significan: “¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?”
Aquí están las palabras; y en ellas y en que ésta es la interpretación que les da la Escritura no cabe discusión; pero aquilatando su significado, veremos que es precisamente opuesto al admitido; pues quieren decir: “¡Dios mío, Dios mío, cómo me has glorificado!”
Aun hay más: porque aunque lama significa por qué o cómo, verbalmente relaciónase con la idea de deslumbrar o adverbialmente significaría “de qué modo más deslumbrador” o cosa así.
Para el lector ingenuo la interpretación admitida es forzada; y se acepta para que responda, por decirlo así, al cumplimiento de una expresión profética, según una referencia marginal relativa al versículo primero del Salmo 22, el cual dice:
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”
que en el texto hebreo son estos vocablos:
..... ...... ......
hasta aquí la cita es correcta pero con una palabra totalmente diferente. Las palabras son:
Eli, Eli, lamah azabvtha-ni?
Resulta por lo tanto evidente la falsa interpretación del pasaje y la inexactitud del relato sagrado; y ninguna argucia humana, por erudita que sea, puede salvarle de este juicio.
Durante diez años, los más conocidos hebraístas y helenistas de Inglaterra, se ocuparon en revisar la Biblia expurgándola de los errores de traducción y subsanando las omisiones en que incurrieran sus menos doctos predecesores. ¿Va a decírsenos que ninguno de ellos vio la evidente diferencia entre el azabutha-ni del Salmo XXII y el Sabachthani del Evangelio de San Mateo? ¿No se dieron cuenta de esta premeditada falsificación? Porque fue una “falsificación”. Y si se nos pregunta la razón de que a ella recurriesen los Padres de la Iglesia, diremos: Porque las palabras de Jesús pertenecen en su verdadero significado al ritual de los templos paganos. Las pronunciaba el iniciado después de las terribles pruebas de la iniciación, y estaban todavía frescas en la memoria de algunos Padres de la Iglesia cuando se tradujo al griego el Evangelio de San Mateo. Además, muchos hierofantes e iniciados vivían a la sazón; y de transcribir la frase en su recto sentido, se hubiera echado de ver que Jesús era sólo un iniciado.
La exclamación: “¡Dios mío, Sol mío, has radiado sobre mí tus fulgores!”, concluía la acción de gracias del iniciado, “el Hijo y glorioso Electo del Sol”. En Egipto se han descubierto esculturas y pinturas representativas de esta ceremonia. El candidato aparece situado entre las dos divinidades que le apadrinan: “Osiris-Sol” con cabeza de halcón, símbolo de la vida y Mercurio con cabeza de ibis que guía a las almas después de la muerte a su nueva morada, el Hades, representando la muerte del cuerpo físico. Ambos están derramando el “chorro de la vida”, el agua de la purificación, sobre la cabeza del iniciado, de modo que el chorro de Osiris forma cruz con el de Mercurio. Para mejor ocultar la verdad, se dijo que este bajorrelieve era una “representación pagana del bautismo cristiano”. Des Mousseaux equipara a Mercurio con el arcángel San Miguel, diciendo que es:
El asesor de Osiris-Sol, como San Miguel es el asesor o Ferouer del Verbo.
El monograma de Chrestos y el lábaro o estandarte de Constantino (quien, dicho sea de paso, murió pagano) es un símbolo derivado del rito egipcio, y denota asimismo “la vida y la muerte”. Mucho antes de que fuese adoptado el signo de la cruz como símbolo cristiano, era empleado como secreto signo de reconocimiento mutuo entre neófitos y Adeptos. Dice Eliphas Levi:
El signo de la cruz adoptado por los cristianos no pertenece exclusivamente a ellos. Es cabalístico, y simboliza el cuaternario equilibrio de los elementos. Vemos por el oculto sentido del Padrenuestro, sobre el cual hemos llamado la atención en otra obra, que en un principio hubo dos maneras de hacerlo, o por lo menos dos distintas fórmulas para expresar su significado: una reservada a los sacerdotes e iniciados; otra peculiar de los neófitos y del vulgo.
Ahora comprenderemos por qué el texto hebreo del Evangelio de San Mateo o de los ebionitas, ha sido excluido para siempre de la curiosidad de las gentes.
San Jerónimo encontró el original hebreo del Evangelio de San Mateo en la biblioteca fundada en Cesarea por Panfilio mártir. “Los nazarenos que en Berea de Siria usaban este Evangelio me dieron licencia para traducirlo” decía Jerónimo a fines del siglo IV; y también: “En el evangelio usado habitualmente por los nazarenos y ebionitas que hace poco traduje del hebreo al griego, y que muchos llaman fundadamente el auténtico Evangelio de Mateo, etc.”.
Que los apóstoles recibieron “enseñanzas secretas” de Jesús, se infiere evidentemente de las siguientes palabras de San Jerónimo, dichas en un momento de espontaneidad. En sus cartas a los obispos Cromacio y Heliodoro se lamenta “de la dificultad del trabajo, puesto que San Mateo no escribió el Evangelio de modo explícito y con sentido abierto. Porque de no ser secreto hubiera añadido que era suyo lo publicado; pero escribió el libro sellado en caracteres hebreos y de tal manera para que pudieran leerlo los hombres más religiosos, quienes en el transcurso del tiempo lo recibieron de sus predecesores. Sin embargo, nunca consintieron que nadie tradujese este libro y unos interpretaron su texto de una manera y otros de otra”.
En la misma página añade más adelante: “Sucedió que habiendo publicado este libro un discípulo de Maniqueo, llamado Seleuco, quien también escribió unos apócrifos Hechos de los Apóstoles, dio con ello motivo de destrucción y no de edificación; a pesar de los cual fue aprobado en un sínodo contra el espíritu de la Iglesia”.
San Jerónimo confiesa que el libro que él cree escrito de “puño y letra de Mateo”, era enigmático, pues apenas pudo entenderlo, no obstante haber repetido la traducción. Sin embargo, Jerónimo tilda fríamente de heréticos todos los comentarios hechos sobre dicho libro, excepto los suyos. Más que eso; pues Jerónimo conocía que este Evangelio era el original y sin embargo se hace más que nunca celoso perseguidor de los “herejes”; porque aceptarlo hubiera equivalido a sentenciar a muerte a la Iglesia dogmática. Se sabe con certeza que el texto hebreo del Evangelio de San Mateo fue el único admitido durante los cuatro primeros siglos por los judíos cristianos, nazarenos y ebionitas; ninguno de los cuales reconocieron la divinidad de Cristo.
Los ebionitas fueron los primitivos cristianos y el gnóstico autor de las Homilías Clementinas puede considerarse como su prototipo. Según dice el autor de la Religión sobrenatural, el gnosticismo ebionita asumió en aquel tiempo la idea cristiana en toda su pureza. Fueron los ebionitas discípulos y prosélitos de los primitivos nazarenos o cabalistas gnósticos. Creían ellos en los Eones, como los partidarios de Cerinto, y que “el mundo fue ordenado por los ángeles (dhyân chohans), de lo que se queja Epifanio en su obra Contra Ebionitas, diciendo: “Elbión tomó la idea de los nazarenos y la forma, de los partidarios de Cerinto”. “Decían ellos”, se lamenta, “que Cristo fue de la semilla de hombre”.
Tenemos también lo siguiente:
El emblema de Dan-Escorpión es de muerte-vida en el símbolo ..... en forma de dos huesos cruzados, con un cráneo encima... es de vida-muerte... en el estandarte de Constantino, Abel es la figura de Jesús, a quien atraviesa Caín-Vulcano o Marte. Constantino tuvo a Marte por dios de la guerra, y un soldado romano atravesó a Jesús en la cruz.
Pero la herida de Abel fue la consumación de su matrimonio con Caín, en forma de Marte Generador. De aquí el doble signo: Por un lado Marte Generador [Osiris-Sol], y por otra Marte Destructor [Mercurio, Dios de la Muerte, según aparece en el bajorrelieve egipcio]. Este signo entraña la primieval idea del cosmos viviente, o sea la necesidad de nacimientos y muertes, para la continuación de la corriente de la vida.
Extractemos una vez más de Isis sin Velo:
Sobre las losas graníticas del Adytum del Serapeo, se halló grabada una cruz de exacta forma latino-cristiana. Los monjes cohonestaron el hallazgo diciendo que sin duda los paganos adoraban ya la cruz “por espíritu de profecía”, y así lo afirma Sozomen al menos con aire de triunfo. Pero los arqueólogos y simbolistas que infatigablemente combaten las falsas pretensiones de los clericales, han interpretado, por lo menos en parte, los jeroglíficos que aparecen alrededor de dicha cruz.
Según King y otros numismáticos y arqueólogos, la cruz fue colocada allí como símbolo de la vida eterna. Así la Tau T o cruz egipcia se empleó en los misterios báquicos y eleusinos, poniéndola como símbolo de la dual facultad generadora sobre el pecho del iniciado, en cuanto “nacía de nuevo” y volvían los Mystoe de su bautismo en el mar. Significaba místicamente que su nacimiento espiritual había regenerado y unido el alma astral con el divino espíritu y que estaba dispuesto a ascender en espíritu a las eleusinas moradas de luz y gloria. La Tau era al par talismán mágico y emblema religioso. Tomáronlo los cristianos de los gnósticos y cabalistas, quienes la empleaban con mucha frecuencia, según atestiguan numerosas joyas de aquella época. Por su parte, los cabalistas recibieron la Tau de los egipcios; y la cruz latina de los misioneros buddhistas que la importaron de la India (en donde todavía se encuentra hoy), unos dos o tres siglos antes de J. C.
Los asirios, egipcios, precolombianos, indos y romanos, la emplearon con ligeras modificaciones de forma. Hasta fines de la Edad Media se disputó la cruz por potente conjuro contra la epilepsia y la obsesión demoníaca. El “sello de Dios vivo” que del Oriente trajo el ángel del Señor para “marcar las frentes (17) de los siervos” era la misma Tau mística, o cruz egipcia. En las vidrieras de la abadía de Saint Denis (Francia), este ángel aparece en actitud de estampar en la frente del electo el signo de la cruz con la inscripción: Signum Tay. En su obra Gnósticos recuerda King que “este signo lo llevan frecuentemente las imágenes del eremita egipcio San Antonio Abad” (18). El evangelista San Juan, el Hermes egipcio y los brahmanes indos, nos explican el verdadero significado de la Tau. Además, es indudable que, por lo menos para el apóstol, significaba el “Nombre Inefable”, pues llama a este “sello de Dios vivo”, unos cuantos capítulos después, el “nombre del Padre escrito en sus frentes”.
El Brahmâtmâ, o jefe de los iniciados indos, llevaba en la tiara dos llaves en cruz como símbolo del revelado misterio de la vida y la muerte. En algunas pagodas buddhistas de Tartaria y Mongolia, la entrada a las cámaras interiores del templo con escaleras que conducen al dâgoba (19), los pórticos de algunos prachidas (20) están adornados con dos peces en cruz, según se ve en varios Zodíacos buddhistas. No nos asombraría nada saber que el signo sagrado de los enterramientos de las catacumbas de roma, el “Vesica Piscis”, se derivase de dicho signo zodiacal.
Prueba de la universalidad simbólica de la cruz tenemos en que, según tradición masónica, el templo de Salomón fue edificado sobre tres órdenes de cimientos en forma de “triple Tau”, o tres cruces.
Tocante a su sentido místico y como emblema, la cruz tuvo por origen el descubrimiento del dualismo andrógino en todas las manifestaciones de la naturaleza, inferido del ideal abstracto de una divinidad igualmente andrógina; mientras que el emblema cristiano es simplemente fortuito, pues con arreglo a la ley de Moisés hubiera tenido que sufrir Jesús la pena de lapidación. La cruz era un instrumento de suplicio, muy común entre los romanos, pero desconocido de las naciones semíticas. Se le llamaba el “árbol de infamia”; y hasta muy tarde no fue adoptado como símbolo cristiano; antes al contrario, los apóstoles miraron la cruz con horror durante las dos décadas inmediatamente posteriores a la crucifixión.
Es indudable que al hablar San Juan del “sello del Dios vivo”, no se refería a la cruz cristiana, sino a la mística Tau, el Tetragrammaton (o nombre potente), que en los más antiguos talismanes cabalísticos estaba representado por las cuatro letras hebreas de la palabra sagrada.
A la famosa lady Ellenborough, conocida por los árabes de Damasco y en el desierto después de su matrimonio, con el nombre de Hanum Medjouye, regalóle un Druso del Líbano un talismán, que, por cierto signo grabado en el ángulo izquierdo, era de los llamados en Palestina amuletos “mesiánicos”, correspondientes a dos o tres siglos antes de J. C. Es una piedra verde de forma pentagonal, en cuyo fondo aparece grabado un pez; en la parte superior está el sello de Salomón, y encima de él, las cuatro letras caldeas Jod, He, Vau, He, IAHO, que componen el nombre de la Deidad. Estas letras están dispuestas de un modo insólito, de abajo arriba y formando la Tau egipcia. Acerca de este talismán hay una leyenda que no podemos relatar.
La Tau, en su sentido místico, así como la cruz ansata, es el árbol de la Vida.
Es sabido que los primitivos emblemas cristianos (antes de que se intentara representar corporalmente a Jesucristo) fueron el cordero, el buen pastor y el pez. Este último, cuyo significado puso en confusión durante largo tiempo a los arqueólogos, se explica fácilmente, después de lo que dejamos expuesto. Todo el secreto consiste en que mientras en la Kabalah se llama “Intérprete” o revelador del Misterio al rey Mesías, considerándole como la quinta emanación, en el Talmud, por razones que expondremos, se designa al Mesías con el nombre de Dag o Pez. Esto es una reminiscencia caldea concerniente, según el nombre indica, al dios dagón de Babilonia, el hombre-pez que instruyó y aleccionó al pueblo.
Abarbanel da la explicación del nombre Dagón diciendo que la señal de la venida de su Mesías, había de ser la conjunción de Saturno y Júpiter en el signo Zodiacal de Piscis. Por lo tanto como los cristianos trataron de identificar a su Christos con el Mesías del Viejo Testamento, adoptaron el símbolo del pez sin advertir que su verdadero origen era anterior al Dagón babilónico. Las palabras de Clemente de Alejandría a sus fieles demuestran cuán estrecha e íntimamente compenetraron los primitivos cristianos el ideal de Jesús con los dogmas paganos y cabalísticos.
Discutían acerca del símbolo que más acertadamente podían escoger para perpetuar la memoria de Jesús, y Clemente les dijo: “Grabad en la piedra de vuestros anillos un palomo, un pez, o bien un buque impelido por el viento (el Argha)”. Cuando clemente escribía estas palabras, ¿había olvidado la verdadera significación de estos símbolos paganos o trabajaba bajo el recuerdo de Joshua, hijo de Nun, llamado Jesús en las versiones griega y eslava?.
Ahora bien; auxiliado por estos pasajes entresacados de Isis y otras obras análogas, podrá el lector inferir cuál de las dos explicaciones, la de los cristianos dogmáticos o la de los ocultistas, se adapta mejor a la verdad. Si Jesús no hubiese sido un iniciado, ¿a qué todos esos incidentes alegóricos de su vida? ¿a qué esforzarse y perder tiempo en reunir ciertas frases del Antiguo Testamento para exponerlas como profecías, y por qué conservar de ellas los símbolos de iniciación, los emblemas del significado oculto y todo lo correspondiente a la pagana filosofía mística? El autor de El Origen de las Medidas expone este místico propósito; pero siempre desde su unilateral, cabalístico y numérico significado, sin parar mientes en su primitivo y espiritual origen, y refiriéndolo tan sólo al Antiguo Testamento. Atribuye el intencionado cambio de la frase: “Eli, Eli, Lama Sabachthani”, al ya mencionado principio del signo de los huesos en cruz con una calavera, según se ve en el lábaro, como emblema de la muerte que, colocado sobre la puerta de la vida, significa el nacimiento o hermanaje de dos opuestos principios en uno, precisamente lo mismo que en concepto místico se consideraba el Salvador hombre-mujer.
El autor se propone indicar la mística fusión que los evangelistas hicieron de Jehovah, Caín, Abel, etc., con Jesús (según la numeración cabalística de los judíos); pero a lo sumo demuestra que fue una fusión forzada y que no tenemos ningún relato de la vida real de Jesús, escrito por los apóstoles o por testigos oculares. El relato se funda todo él en los signos del Zodíaco:
Cada.... doble signo era macho-hembra [en la antigua astrología mágica]. Así tenemos Tauro-Eva y Escorpión, equivalente a Marte-Loba [en relación con Rómulo]. Aunque estos signos eran opuestos, se relacionan al encontrarse en el centro; y así se efectuaba en Tauro la concepción del año, como la de Eva por Marte, en Escorpión, su opuesto. El nacimiento ocurría en el solsticio de invierno o Navidad. Por el contrario, se efectuaba en Leo el nacimiento correspondiente a la concepción de Loba, por Tauro. Escorpión simboliza la humillación de Chrestos, mientras era Leo el triunfo de Christos. Tauro-Eva cumplía funciones astronómicas, mientras que Marte-Loba las cumplía espirituales en su simbolismo.
El autor funda todo esto en significados y relaciones de los dioses y diosas egipcios, pero ignora las concernientes a los arios, mucho más primitivas.
Muth o Mouth era el nombre egipcio de Venus o la Luna.
Plutarco (Isis, 374), dice que Isis recibía algunas veces el de Muth, que significa madre... (Issa ....., mujer) (Isis, 372). Isis, dice él, es aquella parte de la naturaleza que, como femenina y nodriza, contiene todo cuanto ha de nacer... Astronómicamente hablando, “ciertamente la Luna ejerce principalmente esta función en Tauro, siendo Venus la casa (en oposición a Marte, el generador, en Escorpio), porque el signo es luna, hipsona. Puesto que... Isis Metheur difiere de Isis Muth y que en el vocablo Muth puede estar oculta la noción de dar a luz, y puesto que la fructificación debe verificarse, estando el Sol con la Luna en Libra, es posible que Muth significase primitivamente Venus en Libra. De aquí Luna es Libra”. (Beiträge zur Kenntniss, pars, II, S. 9. Artículo Muth).
Después de esto cita a Fuerst, en el trabajo sobre Bohu, para mostrar que:
el doble significado de la palabra Muth, nos da, por ocultos medios, el significado real... pecado, muerte y mujer son sinónimos en los signos, y están correlativamente enlazados con el intercambio y la muerte.
Todo esto lo refiere el autor del Origen de las Medidas, únicamente a los símbolos judaicos exotéricos, siendo así que ocultan misterios cosmogónicos y de la evolución antropológica con referencia a las siete razas ya evolucionadas o por venir, y particularmente a las últimas subrazas de la tercera raza raíz. En todo caso, la palabra vacío (caos primieval) es sinónima de Eva-Venus-Naamah, según la definición de Fuerst; pues, como él dice:
El primitivo significado de vacío fue ..... (bohu) empleado en la cosmogonía bíblica para definir el dogma [..... ... Jes (us) m’aven, Jes-us de la nada], respecto de la creación.
Por esto Aquila tradujo la palabra ..... vulgarmente vacua (de donde se derivó vaca) [También tienen su origen en esto los cuernos de Isis (la Naturaleza, la Tierra y la Luna), imitación de Vâch, la diosa que para los indos era la “madre de cuanto vive”, idéntica a Virâj, y llamada en el Atharva Veda, hija de Kâma, los primeros deseos. “Esta tu hija, ¡oh Kâma! Es llamada la vaca, aquella a quien los sabios llaman Vâch-Virâj”. Fue ordeñada por el rishi Brihaspati, lo cual es otro misterio] Onkelos y Samorit, .....
La cosmogonía fenicia ha relacionado bohu ..... baav, con la divinizada personificación de la substancia primitiva, llamándola madre de las razas de los dioses [Aditi y Vâch]. El nombre ....., ....., ..... .... ...., Butos, con que en arameo se designa a la madre de los dioses, pasó a los gnósticos de Babilonia y Egipto y es idéntico, pues, al Mot o Muth ....., (.....) porque en el fenicio se originó el cambio de la B y la m.
Más bien podríamos decir que se acercó a su origen basado en los datos anteriores. La mística manifestación de la Sabiduría e Inteligencia operante en la evolución cósmica, esto es, Buddhi con los nombres de Brahmâ y Purusha, como potestad masculina, y con el de Aditi-vâch, como femenina, de la cual viene Sarasvati, la diosa de la Sabiduría, se convierte bajo los velos esotéricos, en Butos, Bythos-el Océano; y en la hembra personal, groseramente material, llamada Eva, la “primitiva mujer” de Ireneo, y el mundo surgiendo de la Nada.
La solución de este enigma, tal como aparece en el cuarto capítulo del génesis ayuda a comprender el desdoblamiento de un personaje en dos personas distintas, como Adán y Eva, Caín y Abel, Abram e Isaac, Jacob y Esaú, etc., [todos varón y hembra]... Enlacemos ahora entre sí varios puntos culminantes de la estructura bíblica:
1º El Antiguo Testamento con el Nuevo.
2º Sus relaciones con el imperio romano.
3º El significado de los símbolos.
4º La interpretación de los pasajes enigmáticos.
5º La analogía entre la base de la gran pirámide y la cimentación cuadrática de la Biblia.
6º El cambio social operado en Roma bajo el imperio de Constantino.
Y del enlace deduciremos lo siguiente: Caín es el círculo 360 del Zodíaco, el tipo exacto y perfecto de la división cuadrada; de aquí su nombre de Melchizadik. [Aquí sigue la demostración geométrica y numérica]... Se ha dicho repetidamente que la construcción de la gran pirámide tuvo por objeto medir cielos y tierra; por lo tanto, sus dimensiones encerrarían toda medida de cielos y tierra, o según la denominación antigua de Tierra, Aire, Agua y Fuego. Ahora bien: según la reconstitución del campamento de los israelitas trazada por el P. Atanasio Kircher de la Compañía de Jesús, lo que dejamos expuesto es precisamente lo más conforme con las tradiciones bíblicas para reconstituir el campamento.
Los cuatro cuadrados interiores se destinaron respectivamente para Moisés y Aarón, Kodath, Gershom y Merari. Los atributos de estos cuadrados eran los mismos primitivos de Adam-Marte, y estaban resumidos por los elementos tierra, aire, fuego y agua, esto es: ..... = Iam = Agua; ..... = Nour = Fuego; ..... = Ruach = Aire; ..... = Iabeshah = Tierra. Adviértase que las iniciales de estas cuatro palabras forman la palabra INRI, que se interpretan comúnmente: “Jesús Nazareno, Rey de los Judíos”. La cuatrilítera INRI es el cuadrado de Adam, extendido como cimiento en otros cuatro de 144 x 2 = 288, constitutivo del lado del gran cuadrado 288 x 4 = 1152, equivalente a la circunferencia. Pero este cuadrado es el desarrollo de elementos también circulares, según denota 115-2. Pongamos INRI en un círculo, o leámoslo con las letras como están en el cuadrado, en sus valores 1521, y tendremos
o sea 115-2.
Pero vemos que Caín denota en el 115 de su nombre, que
115 era el complemento necesario para formar el año de 360 días, con el
equilibrio del círculo típico, que es Caín.
Los cuadrados angulares del cuadrado
mayor son: A = Leo y B = Dan-Escorpión.
Caín traspasa a Abel en el cruce de las líneas equinoccial y solsticial,
relacionado con Dan-Escorpión en la faja zodiacal. Pero Dan-Escorpión linda con
Libra, o las balanzas, cuyo signo ..... simboliza la almohada de Jacob a
propósito para apoyar la cabeza por la
parte del occipucio, y que tiene su representación gráfica en .....
También la divisa de Dan-Escorpión es muerte-vida en el símbolo .....
Además, la
cruz es emblema del origen de las medidas
en la forma jehóvica de una línea recta
cuya denominación de 20612 equivale a la perfecta circunferencia. Por esto
dice el texto que Caín fue Jehovah.
Pero la fijación de un hombre en esta cruz era de 113:355 a 6561:5153 x 4 =
20612. Sobre la cabeza de Jesús
crucificado colocaron los judíos la inscripción INRI, cuyas iniciales han sido siempre consideradas simbólicas y
transmitidas y usadas como un monograma de Jesucristo, o sea INRI o Jesús
Nazarenus Rex Judaerom. Inscritas en la cruz
o forma cúbíca del origen circular de las medidas, para medir la substancia
del agua, fuego, aire y tierra, o
INRI equivalen a = 1152.
Tenemos, pues, el hombre
crucificado o 113:355 combinado con
6561:5153 x 4 = 20612. Estos son los números de la base de la gran pirámide derivados de 113:355 según la fuente
hebrea; por lo que el cuadrado de Adán es
la base de la pirámide y el centro del campamento.
Encerrando INRI en un círculo tendremos 1152, o sea su circunferencia. Pero
Jesús expirante (o Abel casado) pronunció las palabras necesarias para
expresarlo todo. Dijo: Eli, Eli, Lama
Sabachthani... Leídas estas palabras en forma
circular y en su valor numérico derivado de la forma de Adán, tendremos:
..... = 113, ..... = 113 ó 113 – 311: ..... = 345, o Moisés en el círculo
Caín-Adán de la pirámide: ..... = 710, igual a la Paloma, o Ponah y 710 ./. 2 =
355, ó 355 – 553. Finalmente, como determinante de todo ... o ni, donde ... = nun, pez = 565, y ... = 1 ó 10; en junto 565 .. = ..... o el valor
de Cristo...
Todo esto explica la escena de la
transfiguración en el Tabor. Estaban allí con Jesús, Pedro, Jaime y Juan, o
sean:
.. = Jaime =
el Agua.
.... = Pedro = la Tierra.
... = Juan = el Espíritu, el Aire.
.. = Jesús =
El Fuego, la Vida.
En junto = INRI. Pero también estaban allí Elías y
Moisés, o ..... y ..... o Eli y Lamah, o 113 y 345. Esto muestra que la
escena de la transfiguración estaba relacionada con lo antes expuesto.
Esta cabalística interpretación de
los relatos evangélicos, que contiene los más importantes, solemnemente
místicos y sin embargo reales sucesos de la vida de Jesús, ha de pesar
terriblemente sobre los cristianos. Todo honrado creyente confiado que haya
derramado lágrimas de piedad al escuchar la relación del corto período de la
vida pública de Jesús de Nazareth, ha de escoger uno de los dos caminos que
ante él se abren, después de leer lo expuesto: O su fe rechaza toda luz
dimanante de la razón humana y de la realidad de los hechos; o ha de confesar
la pérdida de su Salvador. Aquél a quien había considerado hasta aquí como la
única encarnación de Dios en la tierra, se desvanece al soplo de la correcta y
propia interpretación de la Biblia.
Además, si según contiene materias propias para destruir y no para edificar”
(tan sólo al cristianismo eclesiástico y dogmático) ¿qué verdad puede esperarse
de su famosa Vulgata? A la revelación divina han substituido una
serie de misterios humanos combinados
por generaciones de Padres de la Iglesia para forjar una religión a su
capricho. Así lo corrobora el mismo San Gregorio Nacianzeno en las siguientes
palabras escritas a su amigo y confidente San Jerónimo:
Nada influye tanto en las gentes
como la palabrería. Más admiran lo que menos comprenden... Nuestros padres y
doctores dijeron a menudo, no lo que pensaban, sino lo que la necesidad y las
circunstancias les indujeron a decir.
¿Quiénes
blasfeman? ¿los dogmatistas o los ocultistas y teósofos? ¿Son los que pretenden
que el mundo acepte un Salvador forjado por ellos, un Dios con limitaciones humanas,
y por lo tanto imperfecto; o quienes dicen que Jesús de Nazareth fue un
iniciado, un santo y un nobilísimo carácter humano, aunque verdaderamente un
“Hijo de Dios”?
Si la Humanidad ha de aceptar una
llamada religión sobrenatural, a los ocultistas y psicólogos les parece mucho
más lógica la transparente alegoría que de Jesús dieron los gnósticos que, como
ocultistas y con iniciados como jefes, difieren tan sólo en el relato histórico
y en la explicación de los símbolos, pero no en lo substancial e interno. ¿Qué
dijeron los ofitas, los nazarenos y otros tildados de “herejes”? Sophia, “la
Virgen celeste”, se determina a enviar a Christos, su emanación, en auxilio de
la moribunda humanidad, a la que Ilda-Baoth (el Jehovah de los judíos) y sus
seis Hijos de la Materia (los ángeles inferiores) interceptan la divina luz.
Por lo tanto, Christos, el perfecto al unirse con Sophia (la divina
Sabiduría), descendió a través de las siete regiones planetarias, y en cada una
de ellas asume forma adecuada... hasta encarnar en el hombre Jesús en el
momento de su bautismo en el Jordán. Entonces comienza Jesús a obrar milagros,
pues hasta entonces ignoraba cuál fuese su misión.
Al ver Ilda-Baoth que Christos
acababa con su reinado de la Materia, concitó a los judíos contra Él, y Jesús
fue condenado a muerte. Crucificado Jesús, Christos y Sophia abandonaron su
cuerpo, restituyéndose a su propia esfera. El cuerpo físico de Jesús volvió a
la tierra; pero su Yo, el Hombre interno, revistióse de cuerpo etéreo.
Desde entonces fue simplemente alma
y espíritu... Durante los diez y ocho meses que después de resucitado
permaneció en la tierra, recibió de Sophia el perfecto conocimiento, la
verdadera gnosis, que comunicó a los pocos apóstoles capaces de recibirla.
Lo transcrito es evidentemente
oriental e indo. Es pura y simple doctrina esotérica, excepto en los nombres y
en la alegoría. Es, con leves diferencias, la historia de todo adepto que
obtiene la iniciación. El bautismo en el Jordán es el rito de la iniciación, la
purificación final, que se cumplía en las pagodas, estanques, ríos, o lagos
sagrados de Egipto y Méjico. El Christos perfecto y Sophia (la Mente divina y
la divina Sabiduría) se infunden en el iniciado en el instante del místico
rito, por transferencia del Maestro al Discípulo, cuyo cuerpo físico aquéllos
abandonan a su muerte, para volver al nirmânakâya, o ego causal del adepto.
Dice el ritual buddhista de
Âryâsangha:
El espíritu de Buddha cobija
[colectivamente] a los bodhissatras de su Iglesia.
Y
añaden las enseñanzas gnósticas:
Cuando el espíritu de Christos reúna
fuera de los dominios de Ilda-Baoth todo lo espiritual, toda la Luz [existente
en la materia], quedará cumplida la Redención y se acabará el mundo (42).
Dicen los buddhistas:
Cuando Buddha (el Espíritu de la
Iglesia) oiga sonar la hora, enviará a Maitreya, y acabará el mundo antiguo.
Lo que King dice de Basílides puede
aplicarse verídicamente a todo reformador, ya de una Iglesia buddhista, ya de
una cristiana. Afirma King que en opinión de Clemente de Alejandría, los
gnósticos enseñaron muy poco que mereciese anatema desde su místicos y
trascendentales puntos de mira.
Según Clemente de Alejandría no fue
Basílides hereje, esto es, un
reformador de las doctrinas aceptadas por la Iglesia católica, sino tan sólo un
especulador teosófico que dio nuevas fórmulas a verdades antiguas.
Jesús
predicó una doctrina secreta; y “secreto” en aquel tiempo significaba
“Misterios de Iniciación”, repudiados o desfigurados por la Iglesia.
En las Homilías Clementinas leemos:
Y Pedro dijo: “Nos acordamos de que
nuestro señor y Maestro nos mandó diciendo: ‘Guardad los misterios para mí y
los hijos de mi casa’”. Por lo que también explicó reservadamente a sus
discípulos, los Misterios del Reino de los Cielos.
D.S TV